Antes de decidirse a usar lentes de contacto, es importante saber que hay que prestar una especial atención a su limpieza y manipulado. Esto puede suponer un inconveniente para algunas personas y se trata de una gran diferencia con respecto al mantenimiento de las gafas.

Las gafas son fáciles de limpiar. Sólo hay que utilizar la gamuza de microfibra que nos suelen regalar al comprar las gafas y que se guarda cómodamente en el estuche.  Si los cristales están especialmente sucios, se pueden lavar con agua y jabón (lo ideal es que sea jabón líquido y tenga ph neutro) y esta operación se puede llevar a cabo en cualquier lugar. Por otra parte, también existen en el mercado unos líquidos para limpiar los cristales que, por su tamaño, son fáciles de llevar en cualquier lugar. Permiten la limpieza de las gafas cuando están sucias y no hay agua cerca.

La limpieza de las lentes de contacto es bien distinta. Las lentes de contacto, como su nombre indica, están en contacto directo con los ojos. Por este motivo, su limpieza debe ser extrema para evitar infecciones y otros problemas que pueden afectar a los ojos y la salud visual.

Limpieza diaria

Las lentes de contacto deben limpiarse cada día, una vez que se retiran de los ojos y se guardan en su estuche. Lo normal es que la limpieza se realice por la noche, antes de irse a dormir. En este punto es fundamental recordar que no debemos quedarnos dormidos con las lentes puestas si queremos evitar complicaciones en los ojos. Es importante establecer una rutina de limpieza y no dejarla para última hora porque el sueño puede hacer que el proceso no se realice todo lo bien que se debería.

Antes de manipular las lentes hay que lavarse las manos con agua y jabón (preferiblemente antibacterias) y secárselas con una toalla que no suelte pelusa. Sólo después de este primer paso, podremos pasar al segundo.

El segundo paso, antes de retirar las lentillas, pasa por preparar el estuche y la solución de limpieza de lentillas. Es preferible realizar la extracción y limpieza de las lentillas en un lugar bien iluminado y prestar atención a los lavabos. A más de una persona le ha desaparecido la lentilla por el desagüe. Es conveniente asegurarse de que el tapón está puesto.

A la hora de extraer las lentes, es aconsejable comenzar siempre por el mismo ojo. De esta manera evitaremos que se mezclen y nos confundamos a la hora de guardarlas con el consiguiente trastorno cuando vayamos a ponerlas nuevamente.

Las lentes se deben limpiar con líquidos especialmente diseñados para su higiene. Nunca hay que utilizar agua ya que puede estar contaminada por gérmenes que, entre otras complicaciones, pueden causar una infección corneal de difícil tratamiento.

Con las lentes entre los dedos, y una vez rociadas con el líquido limpiador, se frotan entre sí y, una vez enjuagadas, se pueden dejar en el estuche porta-lentes, que rellenaremos con el mismo líquido.

Otras indicaciones

Aunque al principio este proceso pueda parecer complicado, la repetición diaria de esta rutina, hará que, con el tiempo, se convierta en algo mucho más sencillo.

Es recomendable seguir las instrucciones del profesional en todo momento y acudir a él ante cualquier duda o problema que pueda surgir en el uso de las lentes.

Importante: No hay que mezclar la solución de limpieza de varios botes ni traspasar ésta a otros recipientes para evitar que ésta pierda esterilidad. Siempre hay que manejarla con las manos limpias y guardarla convenientemente.

En cuanto al estuche porta-lentes, es conveniente enjuagarlo con la solución limpiadora y dejarlo secar al aire en un lugar libre de humedad para evitar que se forme moho. Se recomienda cambiar el estuche cada tres meses.

Por último, pero no menos importante, hay que recordar que cada lente está indicada para un tiempo de uso tras el cual debe ser cambiada por otra. Anotar la fecha de apertura del blíster puede ser una buena opción para no olvidar el día exacto en el que hay que cambiar de lentes.