Coincidiendo con la entrada del verano y el fin de las clases escolares, son muchas las piscinas comunitarias o municipales que se abren al público. Es cierto que este año, debido a la crisis sanitaria provocada por el COVID-19, algunos municipios o comunidades de vecinos han decidido no abrir sus puertas para evitar los contagios de este virus.

El documento “Recomendaciones para la apertura de la actividad en las piscinas tras la crisis del COVID-19”, elaborado por el Ministerio de Sanidad, explica que el riesgo de contagio de las piscinas no está relacionada con el baño en sí, sino con el uso y disfrute de los espacios comunes. El agua de la piscina (jacuzzis o balnearios), tal y como indica el documento, “convenientemente tratada con cloro o bromo debería inactivar el virus que causa COVID-19”.

Cloro y Ojos

El cloro es un agente químico desinfectante que se utiliza para eliminar las bacterias que pueden proliferar en el agua de las piscinas. Es importante observar los niveles óptimos de cloro en el agua (en función de los litros de agua de la piscina) ya que, si la cantidad de cloro que se añade al agua es inferior a la necesaria, no cumple su función. Por el contrario, demasiado cloro puede convertir el agua en un líquido agresivo.

El ácido hipocloroso, resultante de la mezcla del cloro con el agua, al mezclarse con la saliva, el sudor o la orina, genera cloramina. La cloramina puede provocar irritación en los ojos. Es común que, sobre todo en los lugares públicos, el nivel de cloro sea elevado. Por eso, al salir de la piscina los ojos pueden aparecer enrojecidos. La irritación ocular puede estar acompañada por picor o escozor.

Un exceso de cloramina irrita las mucosas oculares. Si esto sucede, es conveniente lavar los ojos con agua limpia y evitar nuevos baños.

Conjuntivitis por cloramina

La irritación de la conjuntiva del ojo se denomina conjuntivitis. La irritación de los vasos sanguíneos de la conjuntiva le da al ojo ese aspecto rojizo, más evidente sobre el blanco de los ojos.

El colirio ayuda a que el ojo se limpie de los restos de la cloramina, recuperando su aspecto normal. Si las molestias continúan después de unos días, es aconsejable acudir al médico para que valore la situación.

Para evitar el riesgo de sufrir conjuntivitis en las piscinas, es importante utilizar gafas de buceo. De esta manera el agua de la piscina no entra en contacto con los ojos protegiéndolos de la cloramina.

Ducharse tras salir de la piscina para que se limpien los ojos, también es una práctica recomendable para eliminar los restos de cloramina.

Un exceso de cloramina puede afectar también a la piel y, tal y como advierte Nemosur, asociación de neumólogos y cirujanos torácicos del sur, favorecer el desarrollo de asma en los niños.