Es habitual que en invierno bajen las temperaturas en nuestro país. Sin embargo, en los últimos días no sólo han bajado en muchas zonas de la península, sino que se han desplomado. Especialmente en el centro del país, el termómetro ha alcanzado temperaturas mínimas de menos diez, quince, veinte grados llegando al record de menos treinta grados registrado en la provincia de Teruel.

La mejor manera de evitar que el frío pueda afectar a nuestra salud pasa por el uso de abrigos, bufandas, botas, guantes e incluso orejeras.

Pero ¿y los ojos? ¿Debemos proteger nuestros ojos del frío?

Los Ojos ante el Frío

Los ojos permanecen siempre abiertos para poder enviar al cerebro la información que este debe decodificar para que podamos ver. Por eso, están expuestos de manera constante a las agresiones del exterior y a las inclemencias meteorológicas. El sol, el frío y el viento pueden afectar a nuestros ojos.

Los ojos cuentan con su propio sistema de protección. Los párpados, las pestañas y las lágrimas protegen los ojos. Estos, además, están recubiertos por la conjuntiva, una membrana que los lubrica y protege de agresiones externas.

Cuando los ojos están expuestos al frío desarrollan un mecanismo para protegerse. Consiste en producir un exceso de lágrimas para mantener los ojos hidratados y protegidos. Por eso  es habitual que en invierno y en lugares fríos, empecemos a lagrimear de manera involuntaria. Aunque pueda ser incómodo, no supone ningún problema que deba ser tratado.

En ocasiones, cuando además del frío el ambiente es seco, se produce el efecto contrario. La humedad de la conjuntiva se evapora, provocando que el ojo se reseque. Como consecuencia, se produce escozor, picor y un enrojecimiento del ojo. Esta sintomatología es característica del síndrome del ojo seco.

Cómo evitar el Ojo Seco

Para evitar el ojo seco, que es una de las afecciones más comunes del invierno, es necesario mantener los ojos convenientemente lubricados.

En el exterior es conveniente utilizar gafas de sol. Las gafas protegen los ojos del viento,  minimizando la pérdida de lágrimas. Además, las gafas de sol protegen los ojos de los rayos del sol que son perjudiciales para los ojos y a los que también estamos expuestos en invierno.

En el interior de los edificios, el uso de estufas y radiadores genera un ambiente seco. Para contrarrestarlo se pueden utilizar humidificadores.

Si eso no es posible, las lágrimas artificiales (aplicadas 3 ó 4 veces al día) pueden ayudar a mantener los ojos hidratados. No obstante, en ocasiones generar esas lágrimas de manera natural es sencillo. Únicamente tenemos que forzar el parpadeo.

Si a pesar de observar estas medidas se produce una inflamación de los párpados, fotosensibilidad, exceso de lagrimeo o sensación de visión borrosa, es conveniente acudir al especialista para que valore la situación.